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Mostrando las entradas de julio, 2025

El Dios que me ve

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Con ojos espirituales: El Ministerio Silencioso y la Fidelidad que Dios No Olvida Hay una clase de servicio en el Reino de Dios que no brilla desde un púlpito ni se escucha en los micrófonos. Es el servicio silencioso, constante, comprometido. El que se vive en la cocina, en los baños, detrás de los cortinados, en los abrazos dados en secreto, en los regalos entregados en amor, en los detalles que muchos no ven. Y, sin embargo, es allí donde Dios mira con mayor atención. Mi historia comenzó a los 40 años, cuando me uní a los caminos del Señor y luego al casarme con un siervo de Dios, me enfrenté a un liderazgo.  -¿Estaba preparada para algo así? - Seguramente, no Pero Dios capacita los llamados. Desde ese momento, y sin haberme formado toda la vida dentro de una iglesia, abracé la Palabra con devoción. Comencé a enseñarla, a compartirla con pasión. Fue el fuego interno que el Espíritu encendió en mí, el que me enamoró de las Santas Escrituras  Como José de Arimatea: Servir en ...

En la oración está la victoria

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En la oración está la victoria Testimonio de fe, proceso y promesa --- Parte 1 – El día en que todo colapsó Los saludo con la paz del Señor, queridos lectores. Hoy abro mi corazón para compartir con ustedes una parte de mi historia. No lo hago para defenderme ni para buscar aprobación, sino para testimoniar la obra de Dios en mi vida. Durante 40 años fui católica practicante. Criaba sola a mis cuatro hijos, recién separada del hombre con quien compartí casi dos décadas, aunque nunca nos casamos. Tenía una vida que, desde afuera, parecía estable: trabajaba como acompañante terapéutica, los fines de semana era arteterapeuta en un centro de personas con autismo, y ya había cursado media carrera de Terapia Ocupacional en la Universidad de Quilmes. Tenía afectos. Tenía éxito. Tenía metas. Pero en la noche, cuando el bullicio cesaba, me invadía una tristeza profunda. La soledad se volvía insoportable, y los pensamientos de muerte eran más frecuentes de lo que me animaba a admitir. Hasta que ...